Escucho en los versos de Antonio Marts un eco que proviene de las voces de los poetas clásicos. Ahora que la poesía y sus rigores están laxos, y ya casi nadie quiere leer a Quevedo, a Garcilaso, a San Juan de la Cruz, a Fray Luis de León, es grato saber que algunos jóvenes sí lo hacen.
La escritura de Antes de estar no tiene el amaneramiento de aquellos que pretenden imitar sin perseguir una voz propia. Porque voz sí hay, pero voz que aún no se encuentra del todo. Siempre en la aventura de los primeros libros existe un riesgo: ¿se atreverá uno a lanzarse al abismo de la poesía? Algunos se quedan en la intención, pero la vida y el oficio de la poesía no admite a los cobardes. Quien se lanza tiene la fortuna de redescubrir la vida, y el encantamiento de haber escuchado su propia voz poética; quienes no se abisman serán siempre imitadores de voces: unos farsantes.
Antes de estar contiene textos en verso y en prosa de una excelente factura; y las timideces, propias de la poesía de aquellos que apenas inician. Porque este libro es un comienzo. Y todo comienzo nos recuerda que el camino de la poesía no admite descanso.