Con dos temas enormes fueron tejidos estos poemas: el mar y la mujer de la costa o la ribera. El mar ha sido visto, revisitado desde el recuerdo de la infancia; pero esos recuerdos no narran historias que han sido, sino las sensaciones que producían: "Oh río de mi delirio/ serpiente que lacia el recuerdo..."; es decir, hace paisajes marinos (marineros) de sus recuerdos, pero son paisajes sugeridos por el idioma, casi nunca descritos; una curiosa retórica de palabras de mar nos aleja de lo simplemente visto hacia lo poéticamente evocado; he ahí el encantamiento de estos versos. Este poeta recuerda que cuando niño veía más que otros niños, o con más intensidad, o bien, todos los niños ven y además sueñan al mirar y el poeta nunca es un adulto infiel al niño que ha sido y nos habla desde su mar sentido y vuelto a experimentar, desde un imaginativo lenguaje que nunca llama a las cosas reales por su nombre, sino por otros nombres más secretos que tienen esas cosas que se han vuelto poema, cuyas metáforas serían puras si el poeta no tuviera tanta necesidad de cantar lo que realmente ha vivido y comenzar a inventar sin apoyos. ¿Y sus marinas mujeres?... son las morenas de la costa, hemos dicho al principio, y no parecen despegadas de sus paisajes de sal y gaviotas y son cantadas como otra especie de juncos que mece el viento de los recuerdos.