Entre los escritores jóvenes, Efrén Minero es uno de los más talentosos que he hallado. Y su primer libro de cuentos, Los síntomas del ermitaño, me lo prueba ampliamente. Intuitivo, constante, sagaz, afecto a las buenas lecturas, se acerca a la página en blanco para rendirle los homenajes de un lenguaje que se desarrolla como cascada, expresa la ironía en juegos de toda índole, contrapuntos, frases hechas, eslogans publicitarios, citas. Y su palabra fluye, serpentea, ahonda en las situaciones y los personajes que no obstante su aparente irrelevancia cobran vida y adquieren contornos de tres dimensiones. Buen estructurador de cuentos, deja que cada texto le hable y, aunque casi siempre recurre a la primera persona, procura encarar sus historias desde distintos ángulos. Así, este libro nos da más sorpresas de las que pensábamos encontrar a primera vista.