Eduardo Mosches no resiste la oportunidad de hablar del mundo, se lanza a reflejar la andadura de su tiempo y circunstancia, con la convicción de que el tiempo vivido debe, además, ser escrito y así volverse mejor, más noble y justo. Y, por lo tanto, más nuestro. Su poesía, a la vez conversación y canción, entonada al calor de los días, nos hace pensar desde el título mismo en esos sonidos del silencio que dese el dúo, la voz de Simon y Garfunkel, educaron a una generación: silencio que se oye, se frasea, se dice con la condición diàfana y llana de la emoción cotidiana. No hay que pensar en esos enemigos del silencio como enemigos de aquellos que "escriben el silencio" sino de quienes lo provocan en sus interlocutores a través de la violencia ejercida por quien no escribe y -precisamente- guarda silencio