En la desesperación por decirlo todo, el autor renuncia a la muerte para seguir en la esperanza y decide poner un punto que marque la pauta del silencio en la reflexión estética y, sobre todo, en la filosófica. Bajo un tono clásico de gran aliento, elabora su propio cuestionamiento en torno a la posición que el hombre mantiene sobre la Tierra.
No lejos de las influencias y de algún que otro eco perceptible, en Diáfanas espigas la soledad del padre es la soledad del hijo, mientras las voces se despliegan bajo una batalla de dolor constante e irreversible. Opera prima, este poemario incluye la angustia existencial antes y después del amor y propone un giro al mito del pescado, según puede verse en “El paso de Eva”, la sección que cierra este libro, construye la síntesis del retorno de los juegos con el pasado y el enfrentamiento con la ciudad y sus entornos.
Ramón Peralta, es una batalla consigo mismo, lanza una promesa que en ocasiones quiere ser infinita. Intenta colocar, en cada verso, la palabra precisa por medio de la metáfora, situación que logra en la última sección de este poemario, donde se identifican hileras de versos y estrofas que pueden funcionar con gran autonomía. Acto que muestra el camino en el oficio del poeta.