Sabemos que el teatro necesita de la literatura. Y la literatura es algo más que atenta lectura: es también imaginación, representación, oralidad y voz actoral que se reparten en la escena. El soporte del hecho escénico, cuando se trata de textos dramáticos no convencionales, como en La voz oval nos enfrenta a nuevos procesos de escritura teatral, a las estructuras que se difuminan entre narración y drama. La obra está hecha para ser dicha, su intención es el habla a partir de una indagación en el lenguaje (palindromos) y los personajes que se multiplican en las voces. Hay que sumar la incidencia del futlbol, tema de nuestro tiempo, y la intención del texto para ser representado ante públicos de adolescentes o de jóvenes. Una parte poco significativa del teatro mexicano contemporáneo tiene esta dirección, a pesar de que se trata del núcleo de población más amplio entre la concentración teatral. Cinco obras breves se incluyen en este volumen, Un curso de milagros, la primera pieza exitosa del autor: dos personajes que se enfrentan a propósito de un hijo, un libro para hacer milagros y el cinismo como telón de fondo. En ¡Sacrifíquenlo! es inevitable la conciencia cristiana del escriba, aunque sin moralejas edificantes ni mucho menos, donde otros dos personajes se sitúan en las comisuras de la historia confesional. Las dos obras siguientes, Los gat’s y Gonzalo y los objetos perdidos, las más breves, están dirigidas a los niños y pensadas para que sean ellos quienes las lleven a escena. La última obra, también dirigida a los niños, está estructutrada como un conjunto de voces escénicas que quieren verse transformadas en un testimonio. Se trata de una muestra de la dramaturgia del autor más joven del teatro nacional en las que se reúne la fascinación por el futbol, los alcances y disturbios de la fe y un contagio por hablar con los infantes y verlos en escena.