La claridad y el rigor de este ensayo hubieran bastado para asegurarle a su autor la obtención del Premio Nacional de Ensayo Joven José Vasconcelos 2002. Por añadidura, el joven ensayista se ocupa de una figura de las letras argentinas, autor de una obra extraña y sugestiva: Macedonio Fernández. Partiendo de la metafísica del escritor bonarense, analizada en el texto No toda es vigilia la de los ojos abiertos, Geney Beltrán se acerca al conjunto de la obra macedoniana y culmina con un recorrido puntual y ameno a través de una de las obras capitales de la literatura argentina contemporánea: EL museo de la novela de la Eterna. Esta rareza afortunada da por resultado el presente libro, El biógrafo de su lector. Con frescura y nitidez, el autor se atreve a pasearse en la escritura del maestro argentino y, así, a preguntarse sobre esta mística, esta fantasía, estos roles filosóficos, este humor tan decidido y certero, tan valiente y tan desprendido de algunos supuestos del pensamiento occidental para reducirse, si puede decirse así, a un “alma ayoica” que quiere ser pura sensibilidad. Pura sensibilidad que, mediante el accidente de la inteligencia, aspira a la plenitud del Ser. Otro de los ejes de esta lectura del escritor Macedonio Fernández es la plenitud de la libertad del escritor como valor irrenunciable. Así, el autor urde con ese tesoro de sorpresas sensibles, estéticas, humorísticas y creadoras una biografía espiritual, un recorrido por las páginas de un escritor alerta a todas las aperturas de la realidad hacia el sueño, en permanente forcejeo con principios racionalistas, dentro de una ficción excéntrica pero rigurosa en sus reglas. El legendario Macedonio —según llegó a decirle a Borges, que a su vez lo llamó “hombre mágico”— sólo escribía para ayudarse a pensar. El autor percibe esta relación compleja y lúdica con a escritura, interpreta el juego serio del autor argentino, continuando de esta manera la lectura del biografíado lector con la escritura en torno del biógrafo autor.