Verónica Bujeiro reúne en este libro dos obras que reflexionan sobre el absurdo, la incongruencia y la pervivencia de nuestras propias miserias.
En Nada es para siempre, la autora enfrenta a los personajes con sus propios prejuicios, sus miedos y sus mezquindades. Como un juego de espejos, libran una batalla contra sí mismos, capaces de confrontar la realidad que grita y rasguña las pertas, y que finalmente habrá que entrar.
Me falta el aire por su parte, presenta personajes que son una parodia de las clase política que se niega a perecer: se revuelcan en los restos e su gloria pasada y —en catártico desenfreno— intentan un cambio que no aspira a la grandeza o a la redención, sino a rescatar de los restos lo que sirva para conservar la ilusión del poder mientras alrededor todo se consume.