De las tantas voces es, en efecto, una caja de resonancias, un desplazamiento a lo largo de los posibles registros poéticos que las formas de la realidad y el canto construyen a través del poeta. Todos los evocados en estas páginas tienen una voz como si fuesen un destino, un blasón de su ser.
El poeta y ensayista neoleonés José Javier Villarreal escribe acerca de este libro: “De las tantas voces, de Ofelia Pérez-Sepúlveda, presenta un repetido asombro que termina por parecernos cotidiano a fuerza de cercano. Una voz —la de este libro— que se disfraza de voces; un amor, en amores, y una muerte, en muertes. Lo que veo me observa, lo que pierdo me gana.”
“La multitud fingida que anima a De las tantas voces niega la pretendida luminosidad del discurso verdadero para empecinarse en el claroscuro inquietante de la verdad. La verdad que obliga a la resistencia que es vivir en peligro, contemplar a pesar de todo, ensayar un canto que nada tiene que ver con la retórica en uso. Riesgo de cantar porque se trata de un canto de riesgo, donde la voz —sin dejar de ser una— permite la expresión de la legión que la conforma. Esos infiernos, purgatorios y paraísos que nos pertenecen constituyen, en el concierto disonante de una voz —la nuestra—, que se sabe muchas y siempre la misma.
“De las tantas voces es una galería; luego, un viaje que nos invita a emprender desde la errancia de una marginalidad poco concesiva y más bien agreste en su intemperie formal. La aventura de un nómada que atraviesa las llamas dela hoguera de la contemplación. Qué, si no es un viaje a través de un laberinto de espejos con plena conciencia de aquello que nos mira y nos observa.”