Con una escritura sensual y sugerente, aquella que se arriesga a nombrar las cosas como en el origen, Otra vez el paraíso es canto y celebración del cuerpo femenino, siempre amoroso. En estas líneas nace una Paloma-Josefa o Mordelona-relincho o Caudaloso río-Diosa Tzeltal. Aquí en la sed del río Nazas, anda por las tolvaneras de Torreón, donde "el aire se sofoca de miedo", apenas agarrándose a los recuerdos del río Suchiate.
Comunión de los cuerpos que se reconocen en su infinitud de seres humanos, carne fértil dadora de vida, la mujer es presentimiento y nacimiento; la certeza y el asombro. El hombre, casa, carne y alimento de la amada.
Imperativo, cierto en lujurias y ternuras, Miguel Ángel Morales Aguilar articula palabras que no tienen regreso. Poemas saturados de fulgores desérticos en perfecta cópula con los bramidos de la selva. Hila una música donde se ayuntan la ceiba y el cardo; la nauyaca y el alacrán más ponzoñoso. Catazajá y el polvo. Los dos: la escritura de la especie.