La importancia de la narrativa de Sergio Pitol, dentro de la literatura mexicana e hispanoamericana, está fuera de toda duda: el Premio Nacional otorgado a su labor literaria en 1994, y las múltiples ediciones de su obra, tanto por editoriales nacionales como extranjeras (españolas, venezolanas, italianas y francesas, principalmente) son apenas dos indicios “públicos” si se quiere, que apoyan nuestra información ; siendo la más firme y rotunda la intrínseca: el valor estético mismo de sus cuentos y novelas. Un texto de cuentos que esté a la altura del compacto y riguroso Vals de Mefisto, difícilmente se puede citar tanto en nuestra lengua como en cualquier otra de las culturas occidentales; El tañido de una flauta se instaura como una novela ejemplar, que sólo puede ser parangonada a las contribuciones capitales de su generación. La cabaña de Juan García Ponce, Farabeuf de Salvador Elizondo y La obediencia nocturna de Juan Vicente Melo; por último, su “tríptico” novelesco (El desfile del amor, Domar a la divina garza y La vida conyugal) apenas empieza a ser apreciado como se merece. El presente estudio se limita a abordar los cuentos de este notable escritor veracruzano, y, dentro de ellos, los que establece como su corpus de investigación. Renato Prada Oropeza, consagrado a la narratología y al estudio de la literatura latinoamericana, aborda su empresa con una metodología analítica no sólo novedosa y eficaz, sino complementada por una interpretación cuidadosa y perspicaz.