Con una original autoentrevista, a manera de prólogo, Jorge Luis Herrera nos introduce a su conjunto de entrevistas a escritoras y escritores mexicanos. De esa manera, dándole nueva forma de expresión a los usuales prólogos de los libros, nos define lo que entiende por entrevista; definición de la que resalto su propuesta de “diálogo amistoso”, con la cual se permite diferir de Emmanuel Carballo, gran entrevistador, para quien resulta en parte “un combate cuerpo a cuerpo”, y también de las usuales definiciones de diccionario que reducen al entrevistador al papel de receptor y de medio de transmisión de las opiniones e ideas de personas ilustres y prestigiosas.
[…] Adquiere así su justo valor este tipo de indagación que con frecuencia se realiza con bastante superficialidad y, por lo mismo, se considera de poca importancia.
[El orden cronológico de los diálogos] nos permite tener en buen panorama de las maneras de entender la literatura durante la segunda mitad del siglo xx y los inicios del siglo xxi —y al que no accedemos cuando cada entrevista sigue su camino de manera independiente—, a la vez se puede, como Virginia Woolf en su lectura del trabajo de Foster, “ver, de pasada, que ciertos patrones y ciertas ideas tienden a ser recurrentes en su mentalidad, al margen del periodo al que pertenezcan”.
Laura Cázares H.