El inaudito deseo de este poemario es buscar borde al horizonte y a la vez hojear la palma abierta de la mano; en su búsqueda metafórica, la noche tiene ámbares escondidos a los ojos adultos, es decir adulterados. El territorio de la escritura es una adolescencia intemporal elegida como lucidez, como iracunda exigencia: "¿Cómo se aprende a conjugar el recuerdo?, ¿cómo se distingue huella de llaga?" El manar de la sombra. Hermanar sombra y luz. La luciérnaga recibe semillas de negrura para que nazca el hombre. En estos poemas parece germinar una intuición no sólo personal sino colectiva: el hombre nacerá cuando el individuo haya creado su propio segundo nacimiento; la potencia inseminadora es la poesía y sólo ella puede prefigurar el nuevo génesis. Por ello El manar de la sombra no es un "primer libro de poesía"; ya que lo determina una mirada que tiene la apertura necesaria para concebir simultáneamente el uno y el infinito, en este poemario encuentra un eco profundo la demanda de Vicente Huidobro: "La poesía es el vocablo virgen de todo prejuicio; el verbo creado y creador, la palabra recién nacida. Ella se desarrolla en el alba primera del mundo. Su precisión no consiste en denominar las cosas, sino en no alejarse del alba.