Como expresa el compilador de este volumen, si bien la rareza literaria tiene sus teóricos, se trata de un concepto ubicado en un terreno donde la lógica crítica es puesta en duda. La ubicación de un escritor raro o extraño termina por sacudir los panoramas oficiales de las literaturas, desde el momento en que descubre paisajes sujetos a múltiples cambios. De esta manera, el cómodo juicio basado en escuelas, generaciones o corrientes artísticas, tan querido por la academia, empieza a dudar de sí mismo y a mirarse con pasmo en el espejo del presente o del pasado a través de las continuas metamorfosis que experimenta.
Los azares editoriales han hecho al compilador, Alejandro Toledo, reunir en este volumen a dos figuras posiblemente “raras” o “excéntricas” según que, como ha ocurrido, la crítica a menudo los ignora debido a sus extravagancias escriturales o personales, o porque ocupan en ocasiones las partes bajas de las pirámides de la historia literaria, aún cuando, desde luego, han suscitado asimismo, en épocas recientes, fervores y voluntades afines. Uno, Francisco Tario, tenía aspecto atlético, incluso en su juventud fue portero del Club Asturias; el otro, Efrén Hernández, pequeño de estatura, usaba anteojos cuyo puente pegaba con tela adhesiva y no se le podría imaginar en una cancha futbolera sino como aguador o masajista. La literatura de ambos es plural, transita por casi todos los géneros. Son contemporáneos de sí mismos y también de los Contemporáneos, y de Juan Rulfo, y de Juan José Arreola y de tantos otros. Los jóvenes ensayistas aquí reunidos vuelven sus ojos hacia ambos escritores y, tal vez, corresponda a ellos situarlos debidamente ante nuestras miradas.