La obra de Valerie Mejer es a la vez delicada y poderosa; el carácter evocativo de las imágenes proviene de una raíz viva, profundamente marcada por la lucidez de quien ha experimentado el quiebre de la inocencia con los ojos abiertos. Los registros de su poesía van de lo críptico a lo luminoso; son la exposición de un proceso a la vista de quien lee. La factura del poema viene entonces de un método de conocimiento, puesta en escena de la devoción de quien busca que el sentido se revele con la manipulación de la forma. En la exploración de las oscuridades hay súbitos desnudamientos, iluminaciones que prometen la develación del misterio en algún instante. Ésta es la promesa que late en las palabras de Valerie Mejer, en la frescura de su mirada y en la complejidad de aquello que explora al designarlo.
Ante el ojo del cíclope es una iniciación y de algún modo la bitácora del azoro de quien comprende que conocer es, de algún modo, recordar.
Adriana Jiménez