La poesía de Carlos Adolfo Gutiérrez Vidal no es la de un hacedor de imágenes, sino la de un explorador de las raíces más profundas de la condición humana. Es aquí, en estos poemas sarcófagos, donde yace la muerte y la resurrección, las sombras que deambulan y las semillas que florecen. En sus textos, lo gótico se vuelve una aguja imantada que señala, tenaz y perturbadoramente, hacia la oscuridad definitiva, hacia la tiniebla gozosa. En este su primer libro, Gutiérrez Vidal se reconoce como un hombre que sueña sobre la árida materia del lenguaje, en el escenario supremo de la erosión y el desamparo, tal vez porque su juventud finisecular le ha permitido comprobar, desde edad temprana, que la vida nunca ha sido bella y que la poesía sólo ignora lo que calla.
Gabriel Trujillo Muñoz