Socorro Venegas redondea con felicidad el tratamiento del cuento —de cada cuento—, de modo que no hay nada que agregarle y nada que quitarle. Y esto se llama instinto literario, que la escritora tiene sobradamente, esto y un sentimiento trágico de la vida donde no hay optimismo ni esperanza, sí literatura. En el cuento “Muselina violeta”, Socorro Venegas atrapa la melancolía, de tan difícil acceso: la seca eternidad de la memoria sin memoria, sin esperanza, el amor es aquí y ahora o nunca, ahora y nunca más. Un instante que no se detiene y lleva consigo la última visión feliz o desdichada que pudo lograr el amor.
De los libros de cuentos que vieron la luz en años recientes, uno de los más bellos es La risa de las azucenas, de Socorro Venegas. Se trata de una colección de relatos cuya mayor cualidad es la intensidad emotiva. Trátese de historias de alcohólicos, de niños solitarios o de mujeres encerradas en el fondo de sí misma, la autora consigue una perfecta tensión entre sus dos tonos dominantes: la violencia y la ternura. Esto se debe, en parte, al ritmo de su prosa: concentrado, duro, ajeno a esa lasitud que tanto daño ha hecho a la escritura femenina de los últimos diez años.
La risa de las azucenas nos muestra el poder profundamente perturbador de la belleza. En este libro, nada hay más violento que la ternura.
Las prosas y los cuentos de La risa de las azucenas exhiben a una escritora dueña de un estilo, con marcadas dotes narrativas y con una aguda intuición literaria. Lejos de los juegos pirotécnicos con los que muchos autores jóvenes se queman las manos y los experimentos formales que dejan al descubierto a quien nada tiene que decir, lejos también de los trucos efectistas que quieren suplir ese vacío con consejos sacados de la chistera, Socorro Venegas ha optado por serle leal a una vocación.
Varios temas recorren el esqueleto del libro: ante todo llama la atención la presencia constante del dolor. Un dolor callado, contenido, apenas escrito, a veces ignorado, casi siempre fatal, Un dolor cuya descripción sutil conmueve al lector por las artes literarias.