En esta joven poeta, Estrella del Valle, se cumplen los destellos de la poesía intimista: un acusado saqueo de las experiencias tempranas, un descenso hacia la orilla insalvable de los temores y deseos, un despliegue de la absorción del mundo reinterpretado y particularizado. Vemos pues a Alicia Dillel (aún extraviada en el mundo subterráneo) con su infancia muerta. Oficiante de un rito que pierde la primera vida para recuperarla con la poesía. Y, por otro lado, hallamos la adopción de la obscenidad como aceptación de soberanía con reminiscencias bíblicas. Páginas donde el erotismo vuelve objeto al yo poético como referencia de una disolución en el yo plural del placer; así, la concepción personal es una válvula de escape, una vigilia. Decir que "la inocencia es la luna acurrucada entre los brazos" es la síntesis de una poética poderosa que no por incipiente deja la ligereza, sirviéndose del apotema: "la poética es una erótica, y la erótica es una poética" en esa cópula de sonidos y sentidos que nuestro mayor poeta recalcó. Y asume así el vacío de su generación como la aceptación atávica del pecado hecha canto, logrando la aspiración perdida -la misma de Lewis Carroll-, con este primer libro, de una prolongación de la infancia.