La minuciosa explicación de las permutaciones, el infinito trabajo de cartografiar las costumbres, la inacabable tarea de nombrar todos y cada uno de los pueblos que habitan el mundo; el artesano arte de describir la filigrana de las costumbres, la lógica de las filosofías, el mecanismo de las metáforas, de los sueños, de las alucinaciones y metas de cada civilización: todo ello forma parte del material de trabajo de Damac de Jeramow, el hombre que se propuso describir al mundo por medio de las palabras.
Alberto Chimal nos ofrece un extracto del tomo segundo de una obra tal vez infinita. Pero el silencio, lo ignoto, la misma ausencia son también capaces de describir. Lo dicen los hermosos dibujos que no están. El resto de los dos mil y trescientos y setenta y cinco pueblos que no se mencionan en este volumen. A veces da la impresión de que no se describen pueblos diversos, sino uno mismo, en diferentes tiempos, desde diferentes perspectivas, por distintos narradores. La gente del Mundo —así sea una— puede ser también infinitamente descrita.
Nada puede tildarse de cierto en esta obra. Nada de falso. Ni siquiera importa la verosimilitud. Sólo la gente. El mundo. El millón de almas y sueños que pueblan estas páginas.
Tal vez el extracto de esa obra inabarcable sea más preciso que el total. Tal vez sea la primera página de una obra que habrán de completar dinastías e imperios, o los contadores de cuentos. Sólo los que saben de la falsedad de todo pueden describir la verdad.
José Luis Zárate Herrera
Un historiador, Damac de Jeramow, se propone describir el mundo: ofrecer a la posteridad un libro erudito, y profusamente ilustrado, sobre los pueblos que lo habitan, su diversidad, sus costumbres y pensamientos. La falta de fondos, la mala suerte, los salteadores de caminos y el paso mismo del tiempo, que tantas cosas hunde en el olvido, impiden que complete su obra cumbre. Pero quedan los restos: descripciones y viñetas de tiempos distantes, de lugares remotos, que a poco de ser leídas comienzan a parecer muy familiares.
“[Uno] de los mejores libros publicados en castellano en 1998”.
Alberto Chimal [ha creado] otra entrada en esa enciclopedia de países imaginarios que han escrito Hugo Hiriart, Alberto Ruy Sánchez y Pablo Soler Frost, entre otros.
Christopher Domínguez Michael, Reforma
Pleno de imaginación y originalidad.
Irving Ramírez, Ovaciones en la Cultura
Frente a la dispersión multitudinaria del siglo XX, Alberto Chimal escribe la inclusión del XXI. Por eso, al leer Gente del mundo estamos leyendo el inicio [del nuevo] siglo.
Carlos Morales, La Troje
Un estilo singular, un escritor verdadero.
Agustín Monsreal, Cambiavía
Puede que este breve libro sea apenas un resto, una ruina, lo que queda de una miríada de civilizaciones. Un puñado de textos muy breves, donde en un gesto crucial queda esbozada una cultura. Una colección de ilustraciones que producen la imagen alegórica de todo un pueblo. Puede que este breve libro sea una colección de futuros, un lugar donde algunos ejemplos sirven como conjuros que, además de convocar con la precisión de muy pocas palabras, sugieren variaciones, series. Se quedan en la memoria y sugieren también lo que no dicen.
No se puede confiar en lo que surge a primera vista: porque estos mundos emergen de la trama conjetural de traducciones, polémicas, leyendas y versiones imposibles de verificar o desmentir, cruces que los llamados a pie de página, y por lo tanto a fuentes ulteriores de erudición, postergan aunque parecen estar cimentándolos. No se puede confiar en la naturaleza histórica de los textos, no se sabe cuál es la relación entre los textos y las ilustraciones, no se sabe cuál es la relación entre el autor de los textos y la autora de las imágenes. Hay entonces que jugar. Decidirse a ser arqueólogo y demiurgo.
Alberto Chimal es el mejor lector en los últimos años de Calvino y de Borges porque en vez de admirarlos desde la cita, se aboca a volver a imaginar. En un medio sobresaturado de fidelidades a la prensa, este libro reaparece y refresca un panorama editorial unánime. Hay que celebrarlo. Hoy Gente del Mundo es más importante que nunca.