Hay en la poesía de Eduardo Cerecedo una voluntad --quizás debiera escribir necesidad-- de reconocer un espacio vital que, sin contradecir las urgencias inmediatas, le confiera un arraigo, un asidero espiritual para decir el mundo. Con un inventario léxico que busca recuperar sitios y experiencias específicos —acaso locales— se inserta en la tradición de la poesía en español mediante el cuidadoso manejo del estilo y del ritmo interior del poema. Ritmo interior del poema y cuidado en el estilo —amén de esa irrupción de términos casi infrecuentes en los poetas de su generación— le dan a Eduardo Cerecedo un lugar especial en ese grupo que ya ha dado resultados nada desdeñables. A los tópicos literarios comunes —el amor, el alejamiento, el interrogar al mundo...— incorpora las palabras que señalan un camino y una vocación. Poesía que se reconoce en lo más entrañable, la de Eduardo Cerecedo, busca, también, esa permanencia que es la aspiración de todo poema que se erige como una gesta de sinceridad y compromiso con el oficio.