Juan Antonio Rosado | Angélica Tornero.
2004 / 01 nov 2018 11:49
La narrativa policiaca mexicana surgió en la década de los cuarenta. Algunos autores consideran que la revista Selecciones Policiacas y de Misterio, fundada por Antonio Helú en 1946, es el antecedente que dispuso la atmósfera propicia para el desarrollo de la novela policiaca en el país.
Antonio Helú, además de cultivar el género, lo fomentaba. Como director de la revista, integró comentarios críticos propios, notas y datos biográficos de los autores. Lo cual constituye una antología policiaca y de misterio. Además, con Adolfo Bustamante escribió una comedia de detectives titulada El crimen de los Insurgentes: comedia policiaca en tres actos (1951). En los años cincuenta Editorial Novaro lanzó la serie “Policiaca y de misterio”, donde Helú publicó su libro de cuentos La obligación de asesinar (1957).
Se ha considerado como iniciadores de este género a Rodolfo Usigli, a Rafael Bernal y al catalán Enrique F. Gual, llegado a México a raíz de la guerra civil española.
La novela de Rodolfo Usigli, Ensayo de un crimen (1944), a decir de algunos críticos, rebasa las cualidades de las grandes novelas policiacas. Esta novela se acerca más al campo de lo criminológico que al de la obra policiaca típica.
Rafael Bernal es considerado el primer escritor policiaco apegado al género en México. Publicó varios relatos, novelas cortas y tres obras largas: Un muerto en la tumba (1946), Su nombre era la muerte (1947), y la mejor de sus novelas: El complot mongol (1969), que conjuga el tema de espionaje con la figura del antihéroe. Integra la novela negra y la novela de espionaje.
Enrique Gual publicó novelas policiacas que se desarrollaban en países europeos: El crimen de la obsidiana (1942) y El caso de los Leventheris (1945). En 1946 salió a la luz su primera novela ubicada en México: Asesinato en la plaza, obra de ambiente taurino. Al año siguiente publica La muerte sabe de modas (1947). En 1947 aparece también El caso de la fórmula española.
María Elvira Bermúdez incidió en el género policiaco con una novela larga: Diferentes razones tiene la muerte (1953). Se trata de un libro de corte clásico. La acción se desarrolla en una quinta de Coyoacán. Armando Zozaya, que aparece ya en esta novela, será el detective en varios relatos de la autora. Además, María Elvira Bermúdez escribió cuentos con este tema y contribuyó a la historia y a la crítica de la novela policiaca con la producción de numerosos ensayos.
En la década de los cincuenta, Margos de Villanueva publicó una novela corta titulada 22 horas (1955). Juan Miguel de Mora publicó algunas novelas policiacas: Desnudarse y morir (1957), Amarse y morir (1960), La muerte las prefiere desnudas (1960). Este autor se inclinó por la violencia que no escatima los menores detalles sobre violaciones y hechos sangrientos.
René Cárdenas Barrios publico Narcotráfico S. A. (1977), novela que incide con mirada crítica y severa en la situación del consumo y comercio de estupefacientes. De Rosa Margot Ochoa se encuentra publicada Corrientes secretas (1978).
Entre los setenta y ochenta parecen también como escritores de este género Paco Ignacio Taibo ii, José Zamora y Rafael Ramírez Heredia. Paco Ignacio Taibo ii (nacido en España y naturalizado mexicano) ha sido considerado como el gran exponente de la novela policiaca de las últimas décadas en México. En 1977 publicó Días de Combate. En este libro aparece Héctor Belascoarán, detective protagonista de casi todas sus novelas. Cosa fácil (1977) es su segunda novela. En 1981 publica No habrá final feliz, considerada una de las mejores de su producción. Este escritor también ha publicado Días de Combate (1986), Sombra de la sombra (1986), La vida misma (1987), Arcángeles (1988), Regreso a la misma ciudad bajo la luna (1989), Amorosos fantasmas (1990), La lejanía del tesoro (1992), con la que obtuvo el Premio Planeta-Joaquín Mortiz 1991-1992, y La bicicleta de Leonardo (1993), entre otras. Ha obtenido tres veces el Premio Hammett para la mejor novela policiaca escrita en castellano.
Rafael Ramírez Heredia publicó En el lugar de los hechos (1976) y más tarde Trampa de metal (1979), novela que ofrece los lineamientos de la técnica de pesquisa. También publicó Muerte en la carretera (1985) y La jaula de Dios (1989).
Francisco A. de Icaza publicó Extraña enemiga (1979), que gira en torno de un asunto de secuestros. José Zamora ha publicado El collar de Jessica Rockson y Desdémona en apuros, ambas de 1980. El héroe de sus novelas tiene un carácter distinto: es inspector. El propio Zamora lo llama “el Maigret mexicano”.
Otro autor que ha cultivado el género policiaco en México, es Rolo Diez, escritor y periodista, nacido en Argentina y radicado en México desde hace más de 15 años; es co-creador del estilo “Argen-Mex”, que surgió de la experiencia de los exiliados argentinos en México. Ha publicado: Los compañeros (1987), Vladimir Ilich contra los uniformados (1989), Paso del tigre (1992), Una baldosa en el valle de la muerte (1992), Paso y voy y Gatos de azotea (1993), y Luna de escarlata (1944), con lo cual ganó el Premio Hammett 1995.
Algunos escritores han contribuido tangencialmente, con obras importantes, a la literatura policiaca. En el caso Vicente Leñero, con Estudio Q (1965), y Jorge Ibargüengoitia, con Las muertas (1977) y Dos Crímenes (1979). También es considerada dentro de la narrativa policiaca la novela de Carlos Fuentes, La cabeza de la hidra (1978).
Otras novelas sobresaliente son El crimen de las tres bandas (1945), de Rafael Solana; La muerte empieza en Polanco (1987), única novela del poeta y narrador del exilio Jomi García Ascot; El rumor que llegó del mar (1986), de Malú Huacuja; El almacén de Coyoacán (1990), de Alicia Reyes; Sin partitura (1990), de Mauricio-José Schwars; Los amores de una mujer decente (1991), de Guillermo Zambrano y Morena en rojo (1994), de Myriam Laurini, autora nacida en Argentina y radicada en México.
También forma parte de esta categoría la novela colectiva El hombre equivocado, escrita en 1988 por Marco Aurelio Carballo, Joaquín Armando Chacón, Gerardo de la Torre, Hernán Lara Zavala, Vicente Leñero, David Martín del Campo, Silvia Molina, Aline Petterson, Rafael Ramírez Heredia, Bernardo Ruiz y Guillermo Samperio.
En los ochenta y noventa publicaron novelas policiacas autores como Ana María Maqueo, Amelia Palomino (1989); Guillermo Zambrano, Los crímenes de la calle del Seminario (1987) y Los secretos de El Paraíso (1994); Víctor Ronquillo, La muerte se viste de rosa (1994); Gerardo Porcayo, Ciudad espejo, ciudad niebla (1997) y Gabriel Trujillo, Mezquite road (1995).
Uno de los autores más jóvenes de la novela policiaca es Juan Hernández Luna. Ha destacado por sus temas y estilo. Ha publicado: Quizás otros labios (1994), Tabaco para El Puma (1996), con la que obtuvo el Premio Hammet 1997, y Tijuana dream (1998).