Juan Antonio Rosado | Angélica Tornero.
2004 / 12 oct 2018 10:00
Durante la década de los cuarenta, en el café “El Panal”, de la avenida Madero, en el centro de la ciudad de Morelia, se reunió asiduamente un grupo heterogéneo de intelectuales michoacanos, para discutir sobre temas de literatura y política.
Es durante esta década cuando cree el interés por la formación de grupos literarios y publicaciones. Las décadas anteriores se habían caracterizado por el surgimiento de numerosas revistas que no lograron consolidarse, debido a problemas financieros y a la excesiva movilidad de sus precursores hacia la ciudad de México.
La generación de los cuarenta sobresalió por su fervor literario e intelectual. Durante esta década se intentó la integración de numerosos grupos literarios, fundamentalmente caracterizados por su posición ideológica.
En los primeros años se definieron dos frentes en torno de las letras michoacanas. Uno, representado por el Seminario de Morelia, donde Manuel Ponce editó la revista Trento (1944), y otro frente constituido por núcleos liberales de izquierda, que se reunían y disgregaban alrededor de publicaciones esporádicas.
También, en este periodo, fue importante la iniciativa del grupo de Porfirio Martínez Peñaloza, identificado con el ala conservadora. Este grupo publicó, entre 1944 y 1947, Viñetas de literatura michoacana.
Paralelamente, un grupo de estudiantes sobresalió durante los primeros años de la década. Se denominó el grupo de la “Torre de Magallanes”. Este nombre fue tomado de las torres del Colegio de la Compañía de Jesús, donde vivieron los estudiantes. La agrupación estuvo formada por Ramón Martínez Ocaranza, Gustavo Ávalos y Jesús Sansón Flores. Después, estos escritores formaron parte del grupo de “La Espiga y El Laurel”.
El grupo fundador de la revista La Espiga y El Laurel, que da nombre a la generación, tuvo dos antecedentes de relevancia. Uno fue la publicación de un periódico estudiantil, sobre el cual dice Raúl Arreola Cortés, crítico e historiador michoacano: “entre los periódicos estudiantiles destacaba Letras nicolaítas, editado por un grupo de jóvenes preparatorianos”. El otro antecedente fue la organización del recital de poesía con Pablo Neruda. En octubre 1941, Neruda acudió a la Ciudad de Morelia. Se llevó a cabo un recital de poesía sin precedentes en la ciudad. Este sería el primer acontecimiento literario de importancia organizado por el grupo.
Los integrantes de esta agrupación continuaron unidos durante años sin publicación propia. Hicieron múltiples esfuerzos por aparecer en publicaciones consolidadas, sin obtener resultados.
Hacia la segunda mitad de la década, los intentos de la incipiente agrupación sentaron las bases para el surgimiento del grupo literario michoacano más destacados de la década: “La Espiga y El Laurel”, formado en 1947. Los principales integrantes fueron Salvador Molina, Francisco Ayala, Xavier Tavera Alfaro, Alfonso Espitia, Carlos Arenas García y Ezequiel Calderón Gómez. Más tarde se incorporaría Ramón Martínez Ocaranza.
A decir de Alfonso Espitia, el grupo se movió bajo el influjo del pensamiento de izquierda que prevalecía por aquel entonces en México. Los principales inspiradores de estos intelectuales fueron Dionisio Encinas, José Revueltas, Efraín Huerta y David Alfaro Siqueiros. La célula del grupo en México era la Universidad Obrera Vicente Lombardo Toledano.
La generación organizó diversas tertulias literarias en el café “El Panal” y recitales en el Aula Mater del antiguo Colegio de San Nicolás de Hidalgo. Pablo Neruda visitó un par de veces más la región y convivió estrechamente con el grupo. Realizaron recitales de poesía joven michoacana, donde se leyeron textos de Ezequiel Calderón, Jesús Sansón Flores, Ramón Martínez Ocarazca, Tomás Rico Cano, entre otros.
El grupo convocó en distintos momentos a Efraín Huerta, Juan Rejano y Porfirio Barba Jacob, quien se quedó en Morelia durante dos años y compartió la bohemia y el café con el grupo.
Otros invitados fueron Alfonso Reyes, Pedro Garfias, Juan Marinello, Rómulo Gallegos, Pita Amor, Rosario Castellanos y Vicente Magdaleno.
La agrupación contó con el apoyo de diversos escritores de la región, como los poetas y ensayistas Enrique González Vázquez y Tomás Rico Cano, y el historiador Raúl Arreola Cortés, ente otros.
Uno de los principales integrantes de este núcleo fue Salvador Molina Martínez. Publicó numerosas reseñas y comentarios sobre literatura. Su labor principal consistió en el empeño que mostró en su trabajo editorial.
Carlos Arena García publicó Poemas para matar el tiempo.
Alfonso Espitia ha escrito numerosos artículos sociológicos y literarios. Su contribución a las letras michoacanas ha consistido, fundamentalmente, en su constante labor editorial. Después de contribuir a la fundación de La Espiga y El Laurel, participó también en La Cigarra, y formó parte del Consejo de redacción de El Centavo. En 1989, Espitia inició la revista Morelia, Revista de información, cultura y arte, auspiciada por el Gobierno del estado, de la cual sólo se publicaron 2 números.
Ramón Martínez Ocaranza es el más destacado del grupo. Publicó: Ávido Amor, Preludio de la Muerte Enemiga, Muros de Soledad, De la vida encantada, Poesía Insurgente, entre otros libros.