2000 / 21 mar 2019 21:45
Cuando las veladas literarias después de 1867 se dieron por terminadas, el grupo de literatos que las animó no se disgregó, sino que continuó reuniéndose en la casa del maestro Altamirano. Aquel grupo de amigos leían sus composiciones en aquellas veladas privadas, y asistían juntos a los teatros, por lo que el conjunto recibió el nombre de Bohemia Literaria. Esta reunión de bohemios invitaba a las fiestas oficiales y a los espectáculos públicos.[1]
Continuaron en esta actividad hasta 1872, fecha en que la situación política del país se agravaba más y más: las revoluciones se extendían sin remedio por todo el país. A pesar de ello la Bohemia Literaria no perdía su entusiasmo y organizó una velada liteariomusical en la que tomaron parte algunos bohemios de reconocidos méritos. Entre los más importantes: Justo Sierra, José Rosas Moreno, Aniceto Ortega y Antonio García Cubas.
La Linterna Mágica fue el órgano de difusión de la Bohemia Literaria. Entre los principales colaboradores debe mencionarse a Ignacio Ramírez, Guillermo Prieto, Ignacio M. Altamirano, Gustavo Gostkowski, Manuel Peredo, Calibán, Joaquín Téllez y José Monroy. La revista quedó dividida en tres secciones: la primera se dedicó a publicar las novelas de José T. Cuéllar, Facundo, la segunda se destinó a poesías y la tercera a ilustraciones. El director de esta publicación sabatina fue José Tomás de Cuéllar. De este semanario sólo aparecieron o se conservan once números.
En este periódico se publicó el “Discurso sobre la poesía erótica de los griegos”, leído en el Liceo Hidalgo por Ignacio Ramírez y del cual se habla extensamente al reseñar las actividades del Liceo Hidalgo. Las poesías publicadas se debieron a Manuel de Olaguíbel. Los dibujos en que abunda la publicación son obra de los caricaturistas más notables del siglo: José María Villasana, Alejandro Casarín y Jesús Alamilla.[2]
No debe confundirse esta publicación con la colección de novelas que publicó José T. Cuéllar con el nombre colectivo de La linterna mágica.
Antonio García Cubas en su obra El libro de mis recuerdos (1904) nos relata sus impresiones sobre una que él llamó simpática agrupación con el nombre de Bohemia Literaria, encabezada por el maestro Altamirano. Aludiendo a la Bohemia decía García Cubas:
En este grupo figuraban Justo Sierra, que desapareció de entre nosotros en la flor de la edad y de su talento; Guillermo Prieto, el romancero nacional; Manuel Peredo, a quien por sus bien escritos y sabrosos artículos llamábamos con cariño “Cervantes el de acá”; Pepe Rosas Moreno, el inspirado cantor de los niños; Luis G. Ortiz, el dulce trovador de las damas; Manuel M. Flores, glorificador del amor apasionado; Facundo, el típico narrador de costumbres nacionales; Lorenzo Alízaga, el escritor satírico; Joaquín Téllez, el vate jocoso; Manuel Acuña, poeta de gran aliento, pero decepcionado que, en alguna de las sesiones del Liceo Hidalgo, dejó transcurrir el pensamiento fatal que acariciaba; Agapito Silva, Julián Montiel y Ramón Rodríguez Rivera, poetas líricos; Alfredo Torroella, hermosa ave de paso, y algunos otros más.
De aquella falange literaria, añadía García Cubas, viven aún Justo Sierra, Alfredo Chavero, Pepe Peón Contreras, Francisco G. Cosmes, Francisco Sosa, Enrique de Olavarría, Eduardo Zárate y Maximiliano Baz. Por otra parte, aclaró García Cubas que se les llamaba bohemios no por su vida errante y extremada pobreza sino por el arte que poseían para ganarse las voluntades y por el lazo fraternal que los ligaba, no siendo extraño ver entre ellos a ilustres periodistas, como Anselmo de la Portilla, y actores distinguidos como Eduardo González, Enrique Guasp de Peris, Muñocito y el eminente José Valero; grandes artistas, como Tamerlick y Luis Cassier, y entendidos diplomáticos, como el ministro de España Feliciano Herrero de Tejada y su secretario Justo Pérez Ruano.
Las reuniones de la Bohemia tuvieron lugar en el Conservatorio de Música, donde participaron los bohemios con los conciertos, con lectura en verso y en prosa, en el Tívoli de San Cosme.
Terminó don Antonio refiriéndose a la fraternidad y buen humor de los bohemios. Las reuniones de especial mención fueron las que se realizaron las noches de Navidad en el fin de año, en la casa de Altamirano y Cuéllar. En reuniones de esta clase se leyeron composiciones que integraron el volumen de Álbum de Navidad 1871, Fin de Año, de Manuel Peredo.