Aunque nunca de una manera explícita y sistemática, muchas veces se han estudiado las relaciones entre los signos que orientan la vida de las civilizaciones. Hay una suerte de combinatoria de los signos centrales de cada civilización, y de la relación entre esos signos depende, hasta cierto punto, el carácter de cada sociedad e incluso su porvenir.
Es imposible traducir los términos que en cada civilización componen la relación (alma/cuerpo, espíritu/naturaleza, purusa/prakrti, etc.). En este ensayo, Octavio Paz recurre a las palabras cuerpo y no-cuerpo, despojándolas de toda significación, excepto la de expresar una relación contradictoria. Una comparación entre el arte, las religiones y las costumbres sexuales de Oriente y Occidente revela que en todos los casos, y por más acusada que sea la disyunción o la conjunción de los término, la relación no desaparece. La asociación de los signos, cualquiera que sea: tensa o relajada, es lo que nos distingue a los hombres de los otros animales. Hay en ella algo menos que una sintaxis o una morfología de las culturas: un termómetro. Un instrumento muy simple para medir los grados de frío o de fiebre de un espíritu y de una civilización.