Inspirada en un conflicto real —el que suscitó la práctica psicoanalítica en los monjes de un monasterio mexicano presidido por el sacerdote Gregorio Lemercier— esta pieza constituye un esfuerzo por devolver al teatro su calidad testimonial, por imprimirle un aliento polémico, por situarlo en el centro de la problemática contemporánea. Los hechos que conformaron la discusión entre el Vaticano y Lemercier, y sus repercusiones en los medios religiosos, científicos y periodísticos, son los cimientos de la pieza, pero no su único soporte. La obra trasciende la simple anécdota para reflejar, en sus significados más universales, conflictos actualísimos: la reforma de la Iglesia, la crisis de las instituciones... En palabras de Max Aub, reafirmadas por Rodolfo Usigli, Pueblo rechazado representa el “mayor acontecimiento del teatro mexicano desde el estreno de El gesticulador en 1947”.