Lecturas como ésta, en donde se piensa, se reflexiona, se goza del lenguaje y se ríe, se convierten en los textos inolvidables. Así, Génesis apócrifo no sólo nos transporta a otros universos, sino que siempre nos alboroza en la versatilidad de sus 25 relatos. De diferentes estilos acordes siempre con la trama, Sánchez Arteche hace lo que se le da la gana con el arte de la narrativa. Cada sociedad tiene una concepción de la congruencia y, de acuerdo con ella, percibe lo absurdo como tal. Ante esto, la descarga de la risa nos libera del humor, de la fatiga, y nos limpia como fresca agua de colonia.
Todo escritor tiene la necesidad congénita de contar más allá de lo que puede decir. Así, en Génesis apócrifo, Alfonso Sánchez Arteche colma su inclinación innata por engendrar la palabra urgente. Es un rapsoda moderno que de relato en relato nos recita en papel fragmentos memorables de vida que se han desinstalado de la tradición mítica para inventar su propio camino y que hacen de la palabra un carromato que transporta lo imposible.
Como buen fabulador, ha descendido al pasado para traernos a la superficie una nueva visión de las cosas en las que se conjugan sutilmente los tonos solemnes y festivos. En las entrañas ha exorcizado la palabra y la ha limpiado de sombras para ofrecernos nuevas significaciones. Ha leído el mundo antiguo y lo ha reconstruido de tal manera que los veinticinco relatos que conforman esta cuarta edición son testimonio de un ejercicio literario tanto erudito como lúdico.