Yo me leo todo lo que Dante Medina escribe. Debería estar acostumbrada, pero no: me sigue alucinando. Dante tiene una capacidad de asombro que me asombra. Llevo 20 años estudiando a este autor con la malosa y fallida esperanza de que un libro suyo no me deslumbre. En Jilotlán de los Dolores me encandiló la desnudez. Sencilla y luminosa la idea de escenificar un pueblo donde, de pronto, a alguien se le ocurre despojarse la ropa y vivir sin nada la vida diaria que, para los otros, es una vida de vestidos. Luego, alguien más sigue el ejemplo, otro hombre. Después, una mujer. Parece epidemia. Selectiva y optativa. Andar vestidos o desnudos se hace una opción existencial. El pueblo se divide. No entre jóvenes y viejos, hombres y mujeres, ricos y pobres, sino entre vestidos y desnudos.
Dolores Álvarez