Árbol adentro (Seix Barral, 1987) es el último libro de poemas de Octavio Paz. Fue reeditado en 2004 dentro de Obras completas, 12. Obra poética ii (1969-1998) por el Fondo de Cultura Económica con ligeras modificaciones, como la adición de un prefacio titulado “Árbol que habla”. Publicado once años después de Vuelta (1976), supone para muchos críticos la culminación de su trabajo poético. Varios de los poemas, escritos entre 1976 y 1986, ya habían sido publicados en revistas o en catálogos de exposiciones plásticas. En los textos que componen este poemario reaparecen temas como el amor, el erotismo, el doble, el encuentro con Oriente y el vínculo con las artes plásticas que pulsan en la obra de Paz; también se puede apreciar cierto tono autobiográfico y una reflexión sobre la lírica que puede indicar un proceso de metapoesía. Se emplean recursos formales como el oxímoron y la analogía, asimilados después de recorrer distintas corrientes y géneros literarios.
El libro viene acompañado de unas notas que, como dice el mismo Paz, “No son ni un comentario ni una explicación”,[1] aunque sí arrojan luz sobre el contexto de cada poema y, en no pocas ocasiones, sugieren cierta línea interpretativa. El libro está conformado de la siguiente manera: comienza con un “Proema” que, como su nombre sugiere, es una suerte de prólogo; después aparecen cinco secciones que son arcos líricos distintos, al parecer, sin relación entre sí. Los nombres de éstos son "Gavilla", "La mano abierta", "Un sol más vacío", "Visto y dicho" y "Árbol adentro". En “Proema”, Paz sintetiza su idea de la poesía; para resumir se puede enumerar del siguiente modo: “el vértigo de los cuerpos”, “el descenso de las palabras paracaídas”, “el entierro de los espejos”, en definitiva, “el amor a lo nunca visto y el amor a lo nunca oído y el amor a lo nunca dicho: el amor al amor”.[2]
La primera sección, "Gavilla", es un conjunto de 17 poemas, algunos de los cuales dan cuenta de la amplia tradición literaria del poeta mexicano, así como de sus múltiples intereses en el lenguaje. El primero de ellos está dedicado a Roman Jakobson, lingüista reconocido, entre muchas otras aportaciones en el campo de la semiótica, por su teoría sobre la función poética de la lengua. El texto interroga la naturaleza de la palabra y parece resolverlo del siguiente modo: “La poesía / siembra ojos en la página”.[3]
La tradición literaria oriental está representada por el siguiente poema, “Basho an”, compuesto a su vez por seis haikús, cuyo motivo es la choza en que habitó el poeta Matsuo Basho durante su viaje por Oku. “Ejemplo” hace una reescritura de la fábula de Chuang Tzu, en la que el filósofo taoísta no sabía si era él quien soñaba ser mariposa o viceversa. Un caso parecido es “Por el arroyo”, alusión al trabajo poético de Hsieh Ling-yün, popular escritor de poesía china de paisaje (o, como lo definió Barry Stone,[4] “river and mountain poetry”). Este último resulta interesante porque, para recuperar el tono sencillo del poema original, Paz recurre al hexasílabo, que aproxima su versión a la canción popular. La vena hindú aparece en “Prueba”, donde emerge el rasgo erótico que florecerá en la parte final del libro y que se inspira, acorde con las notas finales, en la lectura de un texto del poeta y teólogo Dharmakirti.
En menor medida se encuentran alusiones a las tradiciones latina e inglesa. Destaca “Constelación de Virgo” que, a pesar de su brevedad, mereció una extensa nota donde se indica que el texto es “más que una traducción y menos que una composición original” surgida a partir de un poema de Páladas (autor alejandrino nacido en el siglo iv), dedicado a Hipatía, hija de Tehón, filósofa neoplatónica comparable, según Paz, con Sor Juana Inés de la Cruz, de quienes opina “fueron hermosas, jóvenes, castas y sabias y las dos fueron perseguidas por prelados intolerantes, aunque los de Alejandría fueron más bárbaros y crueles”.[5]
Manos como ramas, ocaso que ilumina
La segunda sección, titulada "La mano abierta", está conformada por diez poemas, de los cuales cinco retoman la estructura del versículo. No obstante esta unidad formal, cada uno de ellos trata sobre asuntos disímiles. “Hablo de la ciudad”, como el título sugiere, toma como personaje lírico a la ciudad de México y resalta su conformación, su mutabilidad y sus habitantes: “[…] pastora de siglos, madre que nos engendra y nos devora, nos inventa y nos olvida”.[6] Por su parte, “Esto, esto y esto” es una declaración de lo que significó el Surrealismo en la obra de Paz y, de cierto modo, es una poética sobre tal corriente bajo su perspectiva.
Dos textos de este apartado están dedicados implícitamente a otros poetas con quienes Paz mantuvo una relación amistosa. El primero de ellos es “Refutación de los espejos”, que extiende un saludo a José Lezama Lima, “[…] la gran boa de la poesía de nuestra lengua que al enroscarse en sí misma se incendia”[7], al llevar el mismo título que el poemario de este último. El segundo está escrito en honor de “[...] Kostas Papaioannou, un griego universal de París, con un pie en Bactriana y el otro en Delfos”.[8]
Los temas más recurrentes de la tercera sección, llamada "Un sol más vivo", compuesto por seis poemas heterogéneos en su métrica, son el sueño y la muerte. Uno de los poemas es una “Pequeña variación” de la escena donde Gilgamesh, después de fracasar en su intento por devolver la vida a su mejor amigo, se tiende sobre la “cama multicolor” de la que no se levantará. En esta sección Octavio Paz poetiza tanto sobre la muerte ajena como sobre la del yo lírico: “Mixcoac fue mi pueblo: tres sílabas nocturnas […] Mi casa fueron mis palabras, mi tumba el aire”.[9]
Salvo “Diez líneas para Antoni Tàpies” y “Cuatro chopos”, inspirado en un lienzo de Monet, el resto de los poemas que conforman la cuarta parte, "Visto y dicho", fueron escritos para celebrar la exposición de algunos de sus amigos pintores: Marcel Duchamp, Balthus, Joan Miró, Roberto Matta, Bob Rauschenberg y Pierre Alechinsky. En estos nueve poemas apreciamos el acercamiento del lenguaje poético con el plástico a través de lo que parece una interpretación lírica –ya sea de los trabajos, ya sea de la postura artística– de tales autores.
Cabe recalcar que las notas al final del libro no se refieren a alguno de los 10 poemas que conforman "Árbol adentro". De esta quinta rama penden algunos de los textos más celebrados del poemario y de la obra de Paz. Nos encontramos con el fruto maduro de su poesía. El deseo y la pasión amorosa como posibilidad para conjuntar los contrarios y para resolver las paradojas del lenguaje se convierten en el motivo central. El primero, “Árbol adentro”, es una invitación a esta visión lírica, misma que parece sugerir la culminación de una metáfora que Paz ha trabajado en el resto de su obra, donde se resuelven preocupaciones vitales y poéticas mediante la conjunción, incluso simbiosis, entre lo orgánico y el lenguaje, la palabra y el erotismo. En este sentido, “La guerra de la dríada o Vuelve a ser eucalipto”, donde se encuentra la mayor carga erótica de esta sección, parece ser la metáfora del deseo no realizado, quizá a punto de cumplirse.
Árbol adentro –libro que puede considerarse un preludio de La llama doble, cuya huella es evidente en el pensamiento y tratamiento erótico del lenguaje– despliega los temas y recursos más característicos de la obra de Paz. A decir de Andrés Sánchez Robayna en el artículo “La poesía última de Octavio Paz”, “es un libro de síntesis de las líneas mayores que recorren [su] poesía”.[10] Este poemario profundiza, retoma y sublima muchas de las inquietudes de su autor en el ámbito poético como por ejemplo: su continuo interés por la relación entre historia y poesía; el acercamiento al arte, la cultura y las filosofías orientales; el diálogo crítico con el Surrealismo y la experimentación; y su vocación crítica y sus amistades con otros escritores. Antonio Deltoro explica en “Vivacidad y caída en los últimos poemas de Octavio Paz” que “Los experimentos ya asimilados por toda una vida responden a una vivacidad que no ha dejado de buscar y que encuentra aquí frutos cargados de frescura y libertad aun en la víspera”.[11]
Juan Goytisolo, en “Ejemplaridad de Octavio Paz”, hace un recorrido por una parte de la obra del ganador del Premio Nobel de Literatura y resalta la unidad de su trabajo a pesar de lo que podría leerse como disparidad: “Las distintas etapas que van de Libertad bajo palabra, pasando por Ladera Este y Vuelta, a sus últimas obras, ofrecen una sorprendente conjunción de aparentes rupturas con una continuidad soterrada”.[12] Otra de las características sobresalientes en Árbol adentro es la autorreferencia a la poesía, de la que surge una comunión entre el hombre y la palabra:
Soy hombre: duro poco
y es enorme la noche.
Pero miro hacia arriba:
las estrellas escriben.
Sin entender comprendo:
también soy escritura
y en este mismo instante
alguien me deletrea.[13]
El yo lírico se sabe sujeto y objeto de escritura: ser entre dos espejos que se reflejan incesantemente. Esta condición no es un conflicto, es una certeza que, sin ser entendida cabalmente, al mismo tiempo que libera, lo enlaza en medio de la noche, como apunta el título del poema.
Aunque formalmente aparecen el versículo (verso libre) –como en La estación violenta– el heptasílabo, el eneasílabo o el endecasílabo, ninguno de ellos marca totalmente la estructura de Árbol adentro. La analogía, el oxímoron y, en menor cantidad, la ironía son la base de muchos de sus poemas. A estos recursos se añade el correlato objetivo que, según el poeta y crítico inglés T. S. Eliot, es la única manera de expresar la emoción en forma de arte en el poema. Consiste en encontrar un grupo de objetos, una cadena de acontecimientos o una situación que evoquen inmediatamente alguna emoción. En “Árbol adentro”, uno de los poemas más célebres del libro y de la poesía de Paz, el correlato objetivo es el árbol que luego se revela como el yo lírico. Es inevitable recordar un poema póstumo de Rainer Maria Rilke, “Hay guiños de contacto…”, que sorprende por la similitud del contenido con el texto de Paz:
Entra el único espacio por todo ser: espacio
interior de Universo. Quietas, las aves vuelan
a través de nosotros. Oh, quiero que crezca;
miro afuera, y está en mí creciendo el árbol.[14]
Saúl Yurkievich dice, a propósito de la amplitud de esta obra: “Su poesía, memoria de las formas, memoria del espíritu, memoria del espíritu de las formas, es una resonadora de la actualidad intelectual y artística. Es atravesada por las sucesivas corrientes filosóficas. Opera en continua interacción con el devenir de las artes plásticas”.[15] En este libro, la poesía de Octavio Paz surge, al igual que un árbol, de un profundo amor a las palabras y su sombra se extiende sobre las cosas y sobre el hombre para revelarnos que todo está hecho de lenguaje.
Deltoro, Antonio, “Vivacidad y caída en los últimos poemas de Octavio Paz”, en Luz espejeante: Octavio Paz ante la crítica, selec. y pról. de Enrico Mario Santí, México, D. F., Universidad Nacional Autónoma de México/ Era, 2009, pp. 413-418.
Eliot, T. S., “La tradición y el talento individual”, en Antología de escritores contemporáneos de los Estados Unidos, comp. de John Peale Bishop y Tate Allen, vers. de la prosa de Ricardo A. Latcham, Santiago de Chile, Nascimento, 1944, vol. 1, pp. 538-548.
Paz, Octavio, Árbol adentro, México, D. F., Seix Barral, 1987.
----, Obras completas. Sor Juana Inés de la Cruz o Las trampas de la fe, México, D. F., Fondo de Cultura Económica, 1994, vol. 5.
----, Obras completas. Obra poética ii (1969-1998), México, D. F., Fondo de Cultura Económica, 2004, vol. 12.
Rilke, Rainer María, Poesía, trad. de José María Valverde, ed. de Jordi Llovet, Castellón, Ellago Ediciones, 2007.
Sánchez Robayna, Andrés, “La poesía última de Octavio Paz”, en Luz espejeante: Octavio Paz ante la crítica, selec. y pról. de Enrico Mario Santí, México, D. F., Universidad Nacional Autónoma de México/ ERA, 2009, pp. 409-412.
Stone, Barry, I want to be alone. Solitary lives: salvation seekers, celebrity recluses, hermit poets and survivalists from the Buddha to Greta Garbo, UK, Murdoch Books, 2010.
Yurkievich, Saúl, “La órbita poética de Octavio Paz”, en Luz espejeante: Octavio Paz ante la crítica, selec. y pról. de Enrico Mario Santí, México, D. F., Universidad Nacional Autónoma de México/ Era, 2009, pp. 178-184.
Álvarez, Raymundo Isidro, “El significado de la muerte en Octavio Paz en la obra Árbol adentro y su traducción al hñähñu”, Memorias del xii Encuentro Nacional de Estudios en Lenguas, Facultad de Filosofía y Letras/ Universidad Autónoma de Tlaxcala, 2011, (consultado el 19 de septiembre de 2012).
Cecereu Lagos, Luis E, “Octavio Paz: Vuelta y Árbol adentro”, Memoria Chilena. Biblioteca Nacional Digital de Chile, (consultado el 19 de septiembre de 2012).
Deltoro, Antonio, “Vivacidad y caída en los últimos poemas de Octavio Paz”, Letras Libres, (consultado el 19 de septiembre de 2012).
Sáenz Guerrero, Horacio, “El Árbol adentro y los otros 'árboles' de Octavio Paz”, Cuenta y razón del pensamiento actual, (consultado el 19 de septiembre de 2012).
Santí, Enrico Mario, “Dos acercamientos a Paz”, Letras Libres, (consultado el 19 de septiembre de 2012).
Zetterlund, Petronella, "Voces ajenas en la poesía tardía de Octavio Paz: un estudio estilístico de Árbol adentro", Lund University Publication, (consultado el 19 de septiembre de 2012).
Árbol adentro reúne los poemas escritos por Octavio Paz después de Vuelta (1976), su último volumen de poesía hasta la fecha [1987]. El libro está dividido en cinco secciones, más una de notas complementarias: la primera, compuesta por poemas cortos, de tono lírico, cuyo tema central es el tiempo, a la vez fugitivo y estable; la tercera, por poemas que se encaran al sol de la muerte («un sol más vivo», en palabras de Sandoval y Zapata); la segunda y la cuarta, dedicadas a amigos, ciudades y obras de arte; la última («Árbol adentro»), formada por poemas de amor, entre los que figuran algunas de las piezas culminantes del libro y de toda la poesía de Octavio Paz, tales como «La guerra de la dríada o vuelve a ser eucalipto» o la extensa y capital «Carta de creencia», concebida como una cantata, que se divide en tres partes o movimientos y una coda y que, siendo un poema para una sola voz, da cabida, en el segundo movimiento, a modo de ecos o reflejos, a las voces de los maestros de poeta. La poesía de Octavio Paz es aquí, como siempre, enormemente móvil y agitada, pero, aun en los registros graves, manifiesta ante todo una admirable vitalidad y la carga acumulativa de densidad y pleno sentido que le dispensa su dilatada trayectoria. Árbol adentro es el gran libro de madurez de un poeta mayor de nuestro tiempo.