«¿Justicia? La justicia se encuentra en el otro mundo. En éste lo que hay son leyes», reza, de manera muy significativa, el inicio de la novela. En Su pasatiempo favorito, la ley es omnipresente debido al interminable número de litigios, a cuál más rocambolesco, que atestan sus páginas (en especial, y de manera central, la demanda por plagio que Oscar Crease, un profesor de universidad, interpone a un productor de cine), pero no sabríamos decir si en esta trama de timos, farsas e intereses hay el menor atisbo de justicia. Así las cosas, no es de extrañar que la visión que Gaddis nos ofrece del sistema legal estadounidense sea tan hilarante como desencantada. Su pasatiempo favorito es una ingeniosa sátira, un vodevil polifónico que saca gran provecho del incontestable talento de Gaddis para los diálogos. Es ésta una novela de primer orden, parangonable a logros tan mayúsculos como Los reconocimientos o la ya citada Jota Erre, un texto tan brillante como disfrutable, que merece ser (re)descubierto y celebrado, con todos los honores, por el público lector en lengua española.