Stig Dagerman es uno de los escritores suecos más fascinantes y enigmáticos del siglo xx. A pesar de haberse suicidado a la temprana edad de 31 años, este Rimbaud del Norte dejó una cantidad considerable de obras que, como todos los textos destinados a convertirse en clásicos contemporáneos, no hacen sino acrecentar su valía con el paso de los años. Escrita cuando el autor contaba con 23 años, esta novela oscura y surrealista plasma el drama de un mundo en el que la fraternidad se ha extinguido del corazón de los hombres. También es un tesoro oculto de la literatura europea que forzosamente habrá de deslumbrar a los lectores más exigentes. Dagerman se erigió como una nueva y rutilante estrella literaria con la publicación de esta historia protagonizada por siete náufragos, angustiados ante la perspectiva de su inminente muerte en una isla desierta. La desolación del paisaje es geográfica y metafísica, y los descarnados e insomnes pensamientos de los personajes fluyen como aguas negras hacia el sumidero final. Con su estilo sombrío y devastador, Dagerman escribe una fábula opresiva y nihilista del fin de los tiempos (y del hombre), a través de la cual asoman muchas de las ansiedades y de los miedos de una Europa que ha sufrido el horror de la Segunda Guerra Mundial, y ha perdido, definitivamente, la inocencia. Sólo quedan la soledad y el más radical desamparo ante el vacío y el sinsentido de la existencia. La isla de los condenados está considerada la obra maestra de Dagerman y ha sido comparada por J. M. G. Le Clézio con Los cantos de Maldoror de Lautréamont por su carácter iconoclasta y torrencial, no exento de un marcado humor autodestructivo.