La poesía de Rolando Jooris se escribe tanteando. Tanteando explora las cosas para poder expresarlas, tanteado busca palabras para figurar las cosas, tanteando va en busca de lo intangible. Estos poemas parecen adoptar una actitud defensiva y reservada. Se necesita una navaja para penetrar en ellos y hurgar paulatinamente. Pero al mismo tiempo están abiertos, convidándonos ante todo por su sensualidad. No conozco poesía que, a la vez, sea tan concreta en su abstracción, tan tenue y tan carnosa, tan aguda y tan golosa. En su pureza, en su desapego, en su ascesis, hay una sensualidad enorme, un apetito sin frenos, una pasmosa generosidad. Lo más característico en las formas cerradas de Jooris es su aspecto vulnerable, inerme, porque se muestran tan desnudas, tan descortezadas y rebosantes de la vida y la emoción que se filtran por sus resquicios y hendiduras. Ingenuas, maravilladas, aspiran a los puntos en los que lo absoluto se ha rasguñado a sí mismo.
Hans Vandevoorde