Como autora, Niki Ladaki forma parte de la llamada Generación de 1960 o de la Independencia. Su obra es parte de una de las ramas más fuertes y fructíferas de la literatura helénica, y su voz, una de las más destacadas de la segunda mitad del siglo xx chipriota. Desde sus inicios, la autora meditaba sobre los compromisos con la realidad y en ocasiones, con acentos proféticos, alertaba sobre los peligros. Pero había en su obra confianza y mucha esperanza. La invasión de la isla por tropas turcas, el establecimiento de la línea de Atila, la experiencia de la injusticia, tiñeron su voz de otro matiz. Ladaki-Filippou se convirtió en la voz desgarrada de su pueblo. Su poesía habla por los desaparecidos, los desplazados, los asesinados, los despojados, los huérfanos. Desde 1974 toda su obra se convierte en portadora del mensaje de un pueblo que insiste en creer en la justicia de los hombres -"la voz del pueblo es la voz de Dios"-, recuerda la arbitrariedad y el abuso cometidos e insiste en No Olvidar. Niki Ladaki-Filippou murió en Atenas, ciudad donde residió sus últimos años, en octubre de 2003, mientras dormía.