En los cuentos es mejor no decir lo suficiente que decir demasiado”, apuntaba Antón Chejov ennuna carta que el 22 de enero de 1888 envió al escritor L. Shcheglov. La frase, dicha como al pasar, preanunciaría lo que luego se conoció por el dato oculto o el iceberg: por debajo de la historia que se está contando hay otra historia que no se cuenta pero que se vislumbra, que cada lector vislumbra. En esa suerte de pacto secreto reside precisamente la magia del cuento. Alejandro Stilman sabe de esa magia y la pone en práctica como únicamente los mejores magos saben hacerlo: seduce con su escritura, ya sea por lo que en ella dice o por lo que en ella calla, y logra que invariablemente el asombro se repita al final de cada historia. Todo relato exige un modo de ser narrado. Parafraseando el título del notable cuento que abre el libro, puedo decir que Stilman conoce los infinitos modos de narrarlos. El dato oculto será una constante: el enigma estará tanto en las historias realistas como en las fantásticas, en un cuento que se propone por medio de la clásica manera epistolar o en los dos singulares textos que cierran magistralmente este libro sugestivo e inquietante, desde la primera hasta la última página.
Vicente Bautista.