El escritor Ángel Ortuño escribe acerca de Ternura: “La palabra ternura no es un título sencillo: pareciera implicar el riesgo de la sensiblería por medio de la reiteración de imágenes convencionales o, también, el de la parodia fácil (como si esta última fuera hoy en día la única posibilidad de abordar tal asunto). Ambos escollos son aquí limpiamente librados mediante una imaginería frondosa –pero nunca ornamental– que se vale con solvencia de múltiples recursos formales: la aliteración discreta que no persigue sólo fuegos de artificio eufónicos, la escansión certera de los versos, los encabalgamientos o la calculada supresión o deslocalización de signos de puntuación figuran entre los más relevantes.
Otra cualidad notable es el empleo de los epígrafes no como exhibición de “genealogías”, sino como principios compositivos; en la configuración de los poemas se nota la cuidadosa, inteligente, lectura de todas las poetas referidas por vía de una asimilación cuyo efecto es el de encontrarse con una indagación sobre las posibilidades expresivas del lenguaje que es, al mismo tiempo, una serie dinámica de hallazgos y propuestas formales, una ‘transformación cantante de los significados’, a la manera en que define el lirismo Reynaldo Jiménez”.