Margarito Cuéllar escribe: “¿Qué hace que la nueva poesía de una vieja época pueda leerse como vanguardia por los lectores de hoy? ¿Su ruptura o sus vínculos con la tradición? ¿El ensamblaje de sus textos? ¿La panorámica de sus sueños? ¿El alto voltaje de sus creadores? Hace años que los poetas dejaron de viajar en ferrocarril. Ahora lo hacen en naves más sofisticadas. Y quizá lo más conveniente para disfrutar ese viaje sea desanudarse la corbata, asumir la lectura como un ejercicio sin etiquetas y disfrutar del texto como quien mastica un pedazo de luna. Es posible que algunos textos de los que se incluyen en Astronave puedan recortarse, y más aún: configurarse en otros y en otros en una suma infinita en la que el resultado sea líneas que se identifican con el poema, un zumbido o fragmentos parecidos al fósil de un texto sin clasificación. El presente nos alcanzó. Hubo un país, esperanza, una tierra para sembrar, árboles cuyos frutos poéticos nos siguen alimentando, pero cada vez somos más y tenemos más hambre y el mar y el desierto se juntaron.