Ciertos escritores pueden convertirse en un oráculo al que se acude en busca de un augurio, de una señal, de una idea índice, de consuelo, del placer reiterado; William Hazlitt es uno de ellos. A veces sus escritos transcurren con la fugacidad y la libertad del pensamiento de un paseante, sin artificios, concatenándose azarosamente, deteniéndose en cosas que se creen triviales y nimias, en conversaciones circunstanciales, en hechos cotidianos que van manifestándose como esenciales. A veces proceden de una idea comúnmente aceptada. Siempre con ironía, a veces ensayan una crítica incisiva y reveladora de libros, teatro, maneras, personas, y demuestran que la fantasía "es la más práctica de todas las cosas" además de retratar a un hombre que inexorablemente hallaba "un tema noble y la libertad de divagar" cuando se ofrecía.