Las poesías no se reducen, en su vívida unidad, al mero encadenamiento de sus imágenes ni al sentimiento que las suscita –en una palabra, al contenido y al sen-tido de sus versos (ni menos aún, a ese torbellino de ausencia-presencia que da fundamento a la escritura, según Blanchot) […] un poema bello tampoco es una simple demostración del mecanismo de la poesía para uso de los especialistas. Tal paisaje es un entrevero de imágenes precisas, la inquietud nacida de un cambio de aires genuino. Los poemas de Georges Schehadé parecen colindar con una fuente que no sería en absoluto la del surrealismo, pero que brota a la orilla misma de lo maravilloso, tan invocado por los autodidactas del sueño. Un breve poema como el que sigue muy poco se distinguiría de juegos similares si no fuese porque proviene de otros aires, y los trasciende:
Al que piensa y no habla
Un caballo lo lleva hacia la Biblia
No lo asusta un bastón
Porque de él no se ha ido el espíritu
El que sueña se mezcla al aire.
Henri Thomas