Si viajar es abrirse a lo desconocido para encontrarse y conocerse en lo diferente, lo ajeno, y cada lugar que nos toca nos devuelve una identidad más precisa y clara –y, por lo tanto, menos encandilada con las engañosas luces del espejo–, Grecia ha dejado sin duda, en el alma de Hugo Gutiérrez Vega, una huella delicada y a la vez profunda: es decir, ha levantado los relieves y labrado las texturas de su amplia geografía no sólo física sino también espiritual.
En los tres libros aquí reunidos, la mirada del poeta se deja llevar por la presencia ancestral y moderna de un país que por más de una razón trasciende sus fronteras. Con fina curiosidad intelectual, pero también con la inteligencia de quien ha dialogado largo tiempo con las palabras y las sensaciones que interpretan, indaga en sus personajes de grandeza cotidiana y en las sinuosidades de su historia, la prodigiosa luz del Ática y los sabios reflejos del Egeo.
Su lenguaje directo y preciso nos revela, como afirmaba Odysseas Elytis, que un paisaje no es «simplemente un conjunto de tierra, plantas y agua. Es la proyección del alma de un pueblo sobre la materia». Estos son los pasos revividos de ese cabal descubrimiento.