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Con fecha 10 de abril de 1865, Maximiliano decretó la formación de una Academia de Ciencias y Literatura, cuya solemne inauguración se efectuó con el ceremonial previsto, el día 6 de julio del mismo año.
Asistieron al acto el emperador, los ministros de Estado, de Justicia, de Instrucción Pública y de Fomento; los consejeros y los académicos nombrados, así como damas y caballeros invitados por orden del monarca. Durante la ceremonia el emperador impuso al presidente de la academia, José Fernando Ramírez, la cadena distintiva de su cargo, y fueron presentados los señores Mateo Maury y José Zorrilla. Cerraron el acto los discursos del presidente, de José María Lacunza y del subsecretario.[1]
Una vez instalada la academia, sus miembros fueron agrupados en tres secciones: la filológico-literaria, la matemático-física y la filosófico-histórica. Nombráronse tres socios de número por cada rama con cinco corresponsales. Los dirigentes de estos grupos fueron: Manuel Orozco y Berra, de la filosófico-histórica; Leopoldo Río de la Loza, de la matemático-física, y Luis G. Cuevas, de la filológico-literaria. Como colaboradores de estas secciones figuraron José Salazar Ilarregui, Francisco Jiménez, Mateo Maury, Alejandro Arango y Escandón, Manuel Larráinzar, José Sebastián Segura, José G. Arriola y José Urbano Fonseca.[2]
La comisión encargada de redactar el reglamento estuvo integrada por los señores Leopoldo Río de la Loza, Pascual Almazán y Luis G. Cuevas. El académico Mier y Terán recibió el encargo de formular el reglamento de los certámenes literarios.[3]
Esta academia imperial inició sus actividades con la formulación de un programa de trabajos. En primer lugar tuvo que hacer una lista de mexicanos distinguidos sin distinción de especialidad ni credos políticos, con el fin de honrar a la intelectualidad mexicana colocando sendos retratos en el Palacio Nacional.[4] En seguida se propuso la academia redactar cuatro inscripciones para el monumento de Morelos que iba a inaugurarse por esos días. También se estudió el proyecto de la sección filológico-literaria respecto a la traducción y anotación de la obra de Buschmann, distinguido lingüista alemán, así como el otorgamiento del permiso para que el licenciado Agustín Caravantes publicara su gramática y diccionario de la lengua hebrea.
En noviembre de 1865 el señor Ramírez cedió la presidencia de la academia a Leopoldo Río de la Loza; y el 12 de junio de 1866 Francisco Pimentel se hizo cargo definitivo de la secretaría de la academia que había ocupado interinamente desde su fundación. Roa Bárcena quedó como segundo secretario, como tesorero Joaquín García Icazbalceta y como bibliotecario Manuel Orozco y Berra.[5]
Esta academia, iniciada bajo tan buenos auspicios, no pudo dar los frutos apetecidos dada la situación en que fue creada y su breve vida, aun antes de la caída del imperio la academia suspendió sus trabajos en 1866. Sin embargo, hay que hacer notar que dicha academia se proponía regir en todo el país en lo tocante a ciencias y a literatura, y que fue la que aprobó la célebre novela de Luis G. Inclán, Astucia, para que fuese publicada en los años de 1865 y 1866. Correspondió a esta academia el honor de registrar a la auténtica novela mexicana que más tarde habría de reconocerse como la mejor del siglo.