Hijo del escritor Celedonio Junco de la Vega, conoció, en el entorno familiar, a escritores amigos de su padre, como Porfirio Barba Jacob, Juan B. Delgado y Manuel José Othón; ya a los diez años, junto con otros compañeros, publicó El Pasatiempo, diario en el que aparecieron sus primeros poemas. Realizó estudios profesionales de contaduría, a la vez que participó como redactor, de 1910 a 1912, en El Estudiante, órgano de los colegios católicos de Monterrey. Se trasladó a la ciudad de México, en 1918, para ejercer su profesión en una empresa textil, donde fue contador general. En los años en que fue director de la revista La Dama Católica, de 1921 a 1927, se inició como editorialista en los diarios Excélsior, El Universal, Novedades y El Heraldo de México, y en 1938, asistió como representante de los católicos mexicanos al Congreso Eucarístico Internacional de Budapest. En 1954 se retiró de su profesión para dedicarse a la escritura y a sus diversas investigaciones y, desde la muerte de Gabriel Méndez Plancarte, en 1955, a dirigir la revista Ábside, representativa de toda una generación. Como conferencista, visitó varios países de Europa y Sudamérica y, con José Vasconcelos y Andrés Henestrosa, participó en el programa televisivo "Charlas mexicanas", en 1960. Dedicó varios estudios a la obra de Ramón López Velarde.

Alfonso Junco Voigt, poeta y ensayista. Fue reconocido polemista sobre los más diversos temas: historia, filosofía, sociología, política, crítica literaria, lingüística, etc.; muchos de sus opúsculos son recopilaciones de artículos periodísticos. Hombre de firmes convicciones católicas se dedicó a sostener su fe en contra de todos sus impugnadores; con Antonio Caso, por ejemplo, sostuvo, durante siete meses, una famosa polémica en las páginas de El Universal sobre los fundamentos filosóficos y teológicos del cristianismo. Sus trabajos históricos revelan su tenaz crítica al marxismo. Fue autor, también, de ensayos filológicos, en los que comentó y criticó las reformas propuestas por la Academia Española; defendió la escritura, con j, de Méjico y mejicano en los textos que publicó, tanto propios como ajenos. Su conocimiento de los clásicos españoles y novohispanos se aprecia especialmente en sus estudios sobre Lope de Vega y Sor Juana. Aunque su poesía, en comparación con la prosa, es escasa, ocupa un lugar primordial en su producción, al concebirla como un acto de purificación y de amor hacia Dios. A pesar de la notable influencia de la mística española, muy en especial de San Juan de la Cruz, su poesía religiosa, definida como "teológica" por el escritor Alfonso Méndez Plancarte, va más allá de la tradicional unión con Dios, profundizando en la presencia de Cristo en la cruz o en la Eucaristía, así como en los misterios de la fe y el papel de la Iglesia en la religión.