La experiencia de Miguel de Cervantes como autor teatral le causó no pocos sinsabores. Iniciada en un momento (finales del XVI) en el que las formas teatrales y el favor del público estaban en pleno cambio, coincidió en su final con el ascenso de Lope de Vega que vino a eclipsar todo el teatro anterior. Y sin embargo, Cervantes hizo no poco por la escena de la época, como él mismo reconoció: "fui el primero que representase las imaginaciones y los pensamientos escondidos del alma". Con "Numancia" intentó dar a España un teatro digno de las tragedias griegas, y por su tono y la grandeza de los hechos representados logró, efectivamente, la más vigente de las tragedias de los Siglos de Oro.
El cerco de Numancia, pese a todos los esfuerzos por enmudecer y desprestigiar esta gran obra, invariablemente se ha llevado a escena desde principios del siglo XIX como un alegato en favor de la libertad y de la lucha contra invasionesy tiranías. En su versión -la primera que se hace desde un punto de vista no-europeo- y en su prólogo José Emilio Pacheco subraya la actualidad de Numancia y polémicamente considera que la intención de Cervantes fue expresar en esta tragedia la corriente de pensamiento español del siglo XVI que condena el espíritu de conquista, el genocidio y la idea misma del imperio y define una sola fe terrenal y secular: la libertad.