Hugo Gutiérrez Vega fue una de nuestras figuras literarias más queribles. Infatigable viajero, nunca se sintió ajeno en ninguna parte. Mucho de su paso por la tierra se encuentra en sus poemas, a los que no en balde, cuando los reunió en un solo tomo, tituló Peregrinaciones. Su poesía, libre de todo adorno, escrita con las palabras de todos los días, es una flecha que atraviesa directamente el corazón. Conversador amenísimo, con una memoria oceánica, era un deleite hablar con él de poesía, literatura, teatro, cine y de instantes vividos en pueblos y ciudades del mundo. Contra todo, nunca dejó de ser el niño que creció en Guadalajara y Lagos y quien veía con los ojos muy abiertos la magia de las cosas; él, cuando escribía o hablaba, nos entregaba esa magia. “El mundo es mágico”, podría haber dicho con Ramón López Velarde, el poeta que más tuvo en el alma, y en el mundo Hugo fue una persona que se volvía magníficamente un personaje y nos hacía personajes a todos. Este libro, El viajero que solía volver, reúne ensayos, crítica, poemas, una pequeña obra de teatro, una entrevista y páginas de recuerdos sobre una figura mayor de la poesía mexicana del siglo XX.