Se oye en la obra de Jorge Arzate Salgado una voz que viene desde lejos. Una voz que, a más de 20 años de distancia, conserva el frescor, la vitalidad y el interés de trabajar poéticamente algunos tópicos particulares, siempre en busca de una resonancia ecléctica que usa con maestría elementos sacados de otras disciplinas artísticas —a veces en forma velada—, pero puestos aquí, en poema. Quizás por eso entrar en este conjunto de poemarios es recibir una brisa marina directo en la nariz. ¿O será porque, tal como le dice Dalia a Carmina, en Recuerdos de la casa azul, “todas las voces vienen del mar”? Arzate arrastra no solamente las partículas de sal, también las gotas, esféricas, como pelotas de cristal, llenas no de plancton microscópico, sino de barcos antiguos, carabelas, hombres mojados por una tormenta en altamar, personajes originarios de otro mundo, pero de un mundo nuestro. Ése es el hemisferio marino de Jorge Arzate.