Un poema de Vicente Feliu dedicado a armando arenas dice que su obra es “una labor hormiga de diaria consecuencia./ que revela la insólita vuelta de la vida/ día a día. Noche a noche, encantando el silencio. L a poesía contenida en este libro corrobora, sin duda, que esta es fruto de una labor diaria; y que ese fruto revela la singularidad irrepetible de la existencia. Porque el poeta entiende que la geografía y los seres amados nunca son los mismos, que cambian de un momento a otro. Seguramente por eso las voces poéticas que aquí se recrean parecen interpelar al mundo y a los seres que los rodean desde un espacio extremo: ahí donde suponemos que hay regreso sin despedida; ahí donde sabemos que sólo la palabra puede conectar y resguardar la memoria. El norte y sus desiertos, un pasado familiar, la creación plástica y la historia, se aprietan en este libro para mostrarnos que –tal vez- las voces de la poesía en el norte de México poseen registros peculiares y –acaso- similares; una nostalgia ventosa, un sol cenital, la arena y la hondura de las corrientes de agua subterránea.