Cada uno de los personajes que nos aguardan en estos relatos nos muestra una soledad extrema pero voluntaria. Desde la altura de un puente peatonal donde se filtra con el suicidio, en una habitación por un cadáver o las cucarachas, ante un tigre y un hombre que se traban en desigual combate diario, tendremos que esbozar a esas sonrisas que vienen a ser más bien una mueca y no obstante, mucho nos gratifican, porque habremos reconocido en los cuentos de esta narradora una voz que nos interpreta desde un escepticismo entretenido, lleno de picardía. Seguramente los personajes instalados en estas páginas nos harán sentir que la vida adocenada no les corresponde. Acaso sus conductas y sus búsquedas nos demanden solidaridad o simpatía; pero no sus palabras ni su abstracción del mundo que creemos cierto y cotidiano.