Hay quien piensa que toda narración, incluso la más radicalmente fantasiosa, es un relato realista. E incluso citan el caso extremo: Borges. Pero fácilmente se puede invertir la paradoja: hay cuentos y novelas tan radicalmente realistas que parecen fantasía. ¿En qué lugar se sitúan los relatos de Solas y muertas? En realidad Eva Leticia de Sánchez no se lo pregunta, le parece trivial hacerlo, pues su experiencia de la realidad va más allá de eso. Los textos reunidos en este libro, al igual que su novela Alias Lucía, publicada también por Ediciones sin nombre, entienden que la vida -la realidad de lo vivido- no admite sino ser constatada, relatada, como ficción, pues sólo así cumple la función de catarsis y testimonio, de creación y comunicación que se busca en lo escrito. Los cuentos de este libro conforman un mosaico de gran intensidad en donde lo femenino habita cada resquicio de las frases. Así lo que se vive de manera única se vuelve también leyenda, vivencia compartida en el trabajo de escritura, sublimación de lo personal en colectivo y de allí en popular, escrito por el tiempo y no por la persona.