En El cara de niño y otros cuentos, se mezcla con inteligencia la atmósfera enrarecida con el destello brutal -incluso hiriente- luminosidad expresiva. El humor negro como distintivo de una actitud ante la soledad, como una huella de origen de la melancolía, de la muerte como presente, de la dificultad ontológica de comunicarse, propuesta estética incómoda en un mundo que ha hecho de la comunicación su razón de ser. La búsqueda del elemento poético no impide que Helguera deje bien claro su apuesta por una necesidad anecdótica del relato, por un trazo exacto de la historia. El cara de niño y otros cuentos se inscribe en la línea de fabulación cruel que ese legendario (y muy real) insecto propone al mirarnos desde su rostro nada infantil.
Luis Ignacio Helguera (México, 1962) ha desarrollado en su escritura una obra siempre en la orilla –filo, margen, frontera- entre la poesía y la prosa, más específicamente el cuento. Y lo ha hecho de manera consciente y lúcida, desde sus trabajos como ensayista e investigador –hay que destacar su Antología del poema en prosa en México y no deja de ser sintomático que su tesis profesional en filosofía haya sido sobre Heidegger- hasta sus libros propiamente de creación como Traspatios o, recientemente, Murciélago al mediodía, en donde la ambivalencia se conjuga con la más estricta definición genética, aprovechando las virtudes de cada elemento formal para crear una literatura muy personal.