Miguel Ángel Echegaray (1959), editor, crítico de arte y promotor cultural, concibe la novela como un gesto esencialmente narrativo, pero esto no lo separa ni del cuidado de situaciones y caracteres psicológicos ni de su manifestación visual. La lectura de un texto así, y no hay que olvidar que se trata de la primera novela publicada de un escritor que ya ha probado ampliamente su oficio en otros; terrenos de la escritura, se vuelve una proyección imaginaria de la película descrita. La palabra es color y dibujo: una contemplación en el sentido más profundo de las historias encarnadas en personas. El título mismo en su juguetona ambigüedad nos insinúa este elemento visual: ¿quién es Olimpo? Desde luego el lector se contagia de ritmo ceñido del cuento que evoluciona de una manera clásica, sin subterfugios vanguardistas ni barroquismos a la moda. Una primera novela, es cierto, pero no una promesa sino una realidad, Olimpo sitúa a su autor en un lugar preponderante en la narrativa actual.