Hace más de diez años, Adriana González Mateos decidió estudiar un posgrado en Estados Unidos. Se convirtió, entonces, en una de las miles de migrantes mexicanas en Nueva York. Sí, una migrante legal y que no buscaba la supervivencia, pero migrante al fin. Mientras repartía su tiempo entre la universidad y diferentes trabajos para salir del paso, encontró la inspiración para escribir y plasmar esa ciudad multicultural —donde cada objeto tiene mil nombres—, la gente que conocía y las costumbres que le asombraban. Con una mirada crítica, plagada de humor pero también sensibilidad y esperanza, Adriana González Mateos retrata los avatares de artistas, escritores, anarquistas, chefs, ejecutivos y obreros, inmigrantes o no, que se organizan, protestan y delinean el perfil de la ciudad, al tiempo que habla sobre cine, literatura, comida, teoría queer…
Se trata, en ocasiones, de relatos personalísimos donde se desvela como pareja y mujer; y en otras, de ejercicios periodísticos que plasman desde la lucha de mujeres violentadas, antes y después de convertirse en migrantes, hasta las consecuencias sociales de los ataques del 9/11. Son las crónicas de una ciudad donde el inglés es la lengua oficial, aunque ésta sólo sirve como un andén del subway: “para pisar el lugar común que permite funcionar pero no puede considerarse nunca ni del todo hogar de nadie”.