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La Academia de la Lengua fue una institución oficial establecida por decreto del 22 de marzo de 1835.[1] Formada bajo los auspicios del gobierno tuvo como principales funciones las de conservar la lengua en toda su pureza, promover la reimpresión y circulación de las obras de autores clásicos, formar un diccionario de voces hispanomexicanas, hacer gramáticas y diccionarios de las diferentes lenguas que se hablan en la república, determinar las obras que deban servir para el estudio de la elocuencia y la poesía castellanas, reunir materiales que sirvan para la formación del atlas etnográfico del país en lo concerniente a idiomas, censurar el lenguaje y estilo de todas las obras cuyos autores o centros científicos soliciten su revisión y establecer premios anuales de elocuencia y poesía.
Tuvo esta academia como fundador y director a don José Gómez de la Cortina, persona que poseía la capacidad necesaria para organizar, reglamentar y dirigir los trabajos que se propuso la citada institución, pues era miembro de la Academia Española de la Lengua.
El establecimiento de una academia con bases semejantes a la española parece ser un anticipo de la que años más tarde se llamaría Academia Mexicana de la Lengua Correspondiente de la Española. Importa destacar el afán que tuvieron los primeros gobiernos mexicanos de buscar el mejoramiento mediante la organización de sociedades o academias que, de una manera u otra, contribuyeron al progreso de la cultura del país; fue así como, advirtiendo la necesidad de crear un centro que legislara en cuestiones relacionadas con el lenguaje, se fundó la Academia de la Lengua.
Los académicos que integraron esta corporación fueron los siguientes: Andrés Quintana Roo, José María Heredia, Francisco Manuel Sánchez de Tagle, Miguel Valentín, Agustín Torres Torija, José Mariano Blasco, José María Tornel, José María Fagoaga, Carlos María de Bustamante, Basilio Arrillaga, José Joaquín Pesado, Manuel Eduardo de Gorostiza, Juan Rodríguez Puebla, Juan Obregozo, Bernardo Couto, Lucas Alamán, Manuel Diez de Bonilla, Juan José Espinosa de los Monteros, Joaquín María del Castillo y Lanzas, Isidro Rafael Gondra, Francisco Ortega, José Ramón Pacheco, Miguel Santamaría, Clemente de Jesús Munguía, José María Bassoco, M. Valdovinos, José Fernando Ramírez, Manuel Moreno y Jove, Ignacio Sierra y Rosso, Francisco Miranda, Ignacio Aguilar y Marocho y José María Lafragua.
Se desconoce el curso que siguieron las actividades de esta academia; probablemente se suspendieron en repetidas ocasiones debido a las perturbaciones políticas. Sabemos, sin embargo, que para el año de 1854 se reinstaló la academia; y sus afanes fueron corregir el uso anárquico que se venía haciendo de la ortografía. El periódico La Verdad [2] elogió el acierto de la administración del gobierno de Antonio López de Santa Anna, que favoreció la reinstalación de la Academia de la Lengua y de la Academia de Historia, fundadas al mismo tiempo en el año de 1835.